miércoles, 23 de enero de 2008

UNA CUESTIÓN DE PELOTAS

Una cuestión de pelotas.
Miguel Ángel López Alonso.

Como todos los días, la Sra. Rollings se levantó temprano para sacar a pasear a Winston. Éste había ocupado el lugar del difunto Sr. Rollings en el corazón de su dueña.
-Winston, ¿dónde estás?, ¡Querido, mamita ya está preparada para el paseo!, vamos, no te hagas de rogar, siempre tan juguetón.
Bajó por las escaleras, recorrió las habitaciones de la planta baja, su respiración se aceleró, en diez años de convivencia, Winston nunca había tenido un comportamiento semejante. Siempre la esperaba en la cocina, tras desayunar su tazón de leche y cereales.
-Winston, ¡No hagas enojar a mamá!, ¡Ven acá ahora mismo!
Abrió la puerta del patio trasero, dio tres pasos, Winston estaba allí, inmóvil.
-Winston, ¡ven para acá!, mamá ya no está enojada.
Winston no se movió, una gran mancha roja le rodeaba la cabeza.
-Noooooooooo, pobrecillo, ¿qué te han hecho?, ¿quién ha podido ser?, ¡Winstoooom!, ¡malditos criminales!, ¡me las vais a pagar!

-Sra. Rollings, ¿tenía enemigos Winston?- preguntó el oficial de Scotland Yard, Albert Finley, con una taza de té en la mano.
-No, mi pobre Winston era muy querido, nunca hizo mal a nadie- una lágrima corrió por su mejilla, se llevó las manos a la cara. Winston era más que un animal de compañía para mí; dígame, ¿quién puede haber hecho una cosa así?
-Aún no lo sabemos, pero le puedo dar mi palabra que encontraremos al animal que lo hizo. Hemos tomado fotografías y sacado moldes de huellas que había en su jardín. Mis hombres interrogarán a sus vecinos y pronto tendremos novedades.
Albert Finley dedicó toda la mañana a visitar a los sospechosos.
-Buenos días, Scotland Yard, Sr. Thompson, ¿tiene un momento?, precisamos hacerle unas preguntas.
-Dígame, ¿en qué les puedo ayudar?
-Ayer a la noche, ¿Vio o escuchó algo distinto?
-No, ¿por?
-El perro de su vecina ha sido encontrado con un golpe en la cabeza y estamos investigando.
-Ah, esa bruja se lo tiene bien merecido.
-¿Por qué?
-Ese salchicha de mierda molestaba a todo el mundo. A mí me rompió un par de zapatos que dejé en el patio, mis hijos no podían dejar ninguna pelota, el jodido chucho las mordía y sus trozos aparecían desparramados por el patio. Más de uno se habrá alegrado. Pero yo no le he matado.
-Está bien, Sr. Thompson. Volveremos a vernos.
Repitió las preguntas.
-Mi tía tenía una relación especial con Winston, en el vecindario se rumoreaba que compartían cama. La vieron darle besos en los morros al puto chucho. Esto es asqueroso. Yo traté de hablar con ella, pero no me hizo ni puñetero caso ¡qué vergüenza!
-Veo que le molestaba la relación que su tía y Winston mantenían- afirmó el oficial Finley.
-Sí, me alegro de la muerte del ese salchicha, pero yo no he tenido nada que ver. Era vergonzoso escuchar como me preguntaban por mi tío Winston cuando iba a cualquier sitio, intolerable, me había convertido en el hazmerreír del vecindario.
-Veo que tenía un gran motivo para deshacerse del pobre animal.
-Sí, pero ... ¿qué está sugiriendo?, yo no lo hice, ayer estuve en Liverpool viendo el partido contra el Manchester, aquí tiene las entradas.
-Está bien, lo corroboraremos, buenas tardes, Sr. Rollings.
Hizo una tercera visita y se sintió cansado.
-Sí, ese perro era el terror de las aceras, las llenaba de sus inmundicias, y la perra de su dueña nunca las recogía. Más de un vecino se cayó al pisar uno de sus regalitos- informó la Sra. Trevor – Soy su vecina, pero no su amiga, esa vieja no tiene amigos, ignora a las personas, solo tiene ojos para su salchicha.
-Ya veo, Sra. Trevor. Dígame, ¿escuchó algo anormal ayer a la noche, vio algo raro?- preguntó el oficial Finley.
-No, algo de alboroto cuando marcó el Manchester, algún petardo tras el partido, pero nada raro.
-Buenas días, Sra. Trevor.

El pequeño Edward Thompson escondió el tirachinas en su cartera cuando caminaba hacia el colegio, ya podía volver a guardar sus pelotas en el patio.

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